Constantemente juzgada, y no sólo por los demás, si no aún peor, por una misma.
Creo que empecé a sentirme así desde mi adolescencia más temprana. Eso sumado a una personalidad perfeccionista, autoexigente, controladora, competitiva y una autoestima por los suelos…mala combinación, te lo aseguro.
Hasta los 13 o 14 años creo que nunca me había parado a pensar qué comía o dejaba de comer, si bien es cierto que hacía aproximadamente un año que llevaba un estilo de vida vegetariano (empecé dejando de comer animales terrestres para hace ya unos cuantos años dejar de comer también animales marinos).
Jamás me había preocupado por mi peso, hasta que un comentario lo desencadenó todo. Ese comentario trajo a mi vida esa voz que me decía: «¡tú puedes!, ¿como estarías con un kilo menos?, «puedes ser inteligente y guapa». Ojalá otra voz me hubiera dicho en ese momento que ser «guapa» no tenia porque implicar meterme en una talla 32, perder 20 kilos y poner mi vida y la de toda mi familia patas arriba (algo que tampoco era muy inteligente). Mi diagnóstico: ANOREXIA NERVIOSA con episodios de BULIMIA.
Cuando llevaba perdidos 10 kilos deje de tener la regla, cuando perdí 15 me creció un vello fino por todo el cuerpo, cuando perdí 20 kilos las sillas del instituto me hacían hematomas en la espalda por la presión sobre unas vértebras prácticamente desnudas. Y la voz seguía ahí: «¿cómo estarías con un kilo menos?
Fui totalmente consciente en el momento en el que mi razón volvió a tomar el control. Llevaba algunas sesiones de terapia y aunque ya empezaba a dejar de lado hábitos muy muy tóxicos (hacía verdaderas barbaridades para no comer o para quemar lo poco que comía), recuerdo que me pesé y había vuelto a perder peso. 40 kilos marcaba la báscula y no fue el peso en sí lo que me preocupó, si no el hecho de ver que aunque ya estaba empezando a comer más, seguía perdiendo peso, es decir, había PÉRDIDO TOTALMENTE EL CONTROL.
Me costó años de terapia «salir» de aquello, y lo pongo entre comillas porque nunca acabas de salir de algo así. La voz siempre está latente, cuestionándote y retándote pero ahora ELIJO no escucharla.
He resumido muchísimo años de una experiencia que aunque no deseo a nadie, es la que me ha hecho ser como soy hoy.
Mi trabajo me ha ayudado estos años a DAR GRACIAS por un cuerpo que me permite moverme libremente y que me permite relacionarme con las personas que quiero. Y por supuesto, no lo olvido, estoy aquí hoy escribiendo esto porque tuve una familia que luchó y apostó por mí.
Si crees que mi experiencia puede ayudar a alguien que quieres o a ti mism@ si estás pasando por algo similar, no lo dudes, aquí me tienes ❤️
Un deseo lleno de salud.
Alicia E. C.